Padre Gavalda

    En Lévézou, lugarejo de la Parroquia de Castries (Francia) Jean Gavalda y María Juana Vivier esperan su quinto hijo que recibirá el nombre de Juan Pedro y será bautizado en la Iglesia de Curam. Estamos en junio de 1786, época en que se oyen más gritos de Guerra de que el badajo de las campanas de las Iglesias: explotó la Revolución Francesa. Para Juan Pedro son inapagables los recuerdos de sufrimiento asumidos por amor a Cristo y a su Iglesia, por los sacerdotes que su familia esconde de la persecución anticlerical. Más tarde él es tocado por la frase de la Imitación de Cristo: “Es necesario dar todo al TODO”, y revela al padre su deseo de ser sacerdote.

    Inició los estudios en Saint Geniez, siguiendo después la formación en el Seminario Mayor de Rodez. Recibió el 19/09/1812 la ordenación diaconal y el 19/12/1812 es ordenado sacerdote, pues necesitaban de él en Najac. Se propagó allí una epidemia que ya mató muchos, incluso el párroco que él debe substituir. Pero Padre Juan Pedro no se intimida, se hizo sacerdote para servir, ¡Cómo su Maestro!

    Por amor, se hermanó a Jesús el Siervo Sufridor: dio su vida y sus pertenencias a los necesitados del tener y del saber.

    Él veía Jesús en el cuadro de la Pasión, en la cabecera de su cama, pero también en el rostro sufrido de los enfermos y de los pobres, para los cuales tenía la bolsa siempre abierta. En la mirada indagadora de los niños y adolescentes que vivían al margen de la cultura del saber y de la fe, Jesús también allí estaba.

    Magnífico formador de conciencias, era incansable renunciado de la Palabra y de la gracia divina. El altar, el confesionario, el aula de catequesis, eran ocupados por él todos los días.

    Persistente formador de la fundación de un   Instituto religioso en ese Villarejo descaso, he aquí victorioso recibiendo, en la puerta de la escuelita, con sus dos pupilas (Hermana Santa Anastasie y Hermana San José), los sedosos del saber. Ahora, en el Villarejo de Bor, en cada lecho en que hace un enfermo, un ángel de Pie. Gavalda lo asiste, llevándole salud y la Palabra de Dios.

    No obstante no le faltaron calumnias,  como su Maestro las tuvo, por envidia  por supuesto, para mortificarlo en los últimos años de su vida.

    Juan Pedro Gavalda es su nombre, o mejor, el Buen Samaritano del Siervo Sufridor, fundador de la obra dominicana que tuvo su cuna en Bor. El 12 de Septiembre de 1859, con la salud muy debilitada, Padre Juan Pedro Gavalda atiende al llamado de su TODO y parte para Dios.  

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